martes, 7 de julio de 2015

¿Cuánto dura el amor? O saber qué entendemos por amor primeramente


Éste es un blog de literatura. Pero como no sólo de pan vive el hombre, a veces a vuestro servidor le da por compartir alguna reflexión no necesariamente relacionada con el mundo literario.
El caso es que desde hace un tiempo estoy pululando por Ask, una red social que consiste en responder preguntas formuladas bien por otro usuarios, bien de forma automática por el propio Ask. Una de las preguntas que me encontré era la siguiente: ¿Cuánto tiempo dura el amor?
Y me dio que pensar, la verdad. Porque quizás hayan oído hablar de estudios científicos que lo determinan en torno a unos cuatro años aproximadamente —algunos estudios decían que aún menos, otros que más, pero más o menos por ahí rondaba de media, por unos cuatro años—.  Si se googlea, rápido se accede a estas noticias. La pueden ver por ejemplo aquí, o aquí. El caso es que se dice que el amor es pura química, sustancias que segrega nuestro cerebro temporalmente. Y que por lo tanto nos desenamoramos en cuanto dichas sustancias, como dopamina y norepinefrina, dejan de segregarse.
¿Y qué pasa con esas parejas que duran toda una vida? Le preguntan a los científicos. Fácil respuesta, te responden. Ya no es amor. Es convivencia, interés amistoso y a la vez sexual —y si es que lo sexual no se ha perdido del todo— en torno a un proyecto común. Un interés social, pero no amor.
Eso dicen, y yo no soy científico, por lo tanto no puedo rebatirles. Y me lo creo totalmente. Creo que ese proceso químico sucede de verdad, creo que somos química y eso nos determina, y que al conocer a alguien que nos gusta vivimos un periodo de cierta euforia, en el que esa persona nos ocupa muchas horas en el pensamiento. Todo esto es cierto. Pero matizaría algo, una pequeña objeción. Y es que puede haber un hecho objetivo, pero la manera en la que nombramos las cosas, el ponerle nombre a un fenómeno, ya no lo es tanto. Así que tengo mis reservas de que a ese proceso químico y temporal  se le llame amor.
Bien, mi hipótesis es la siguiente —y como es una hipótesis puedo equivocarme, pero es lo que creo—:
Cuando el cerebro deja de generar esas sensaciones no acaba el amor. Acaba el enamoramiento, la atracción. Si pasado el periodo de sentir mariposas en el estómago todavía existe el deseo de estar con la otra persona, el amor justo acaba de empezar.
Eso creo, o tal vez es que sigo bajo el efecto de Cyrano de Bergerac, la obra sobre la que trata mi anterior entrada. Disculpen este inciso.