No me gusta demasiado hacer propósitos literarios, y cuando
los hago son más bien vagos, sin concretarlos demasiado. Porque total,
difícilmente los voy a cumplir. De hecho, si recuerdan mi entrada del año pasado, me marqué tres objetivos:
1- Leer obras del teatro romántico español. Cualquiera, les
tengo ganas a todas.
2- Leer clásicos de la ciencia-ficción
3- Leer una saga de literatura fantástica, concretamente la Dragonlance.
Bueno, pues sólo he podido cumplir un poco la segunda. Me
leí El pueblo, de Zenna Henderson. Pero… me pasó algo con esa lectura. En
realidad eran dos obras reunidas en un tomo. Fue un libro que me costó un poco
terminarlo, iba haciendo pausas mientras lo leía, y en cada pausa me leía
alguna otra novela intercalada. No terminó de engancharme. Sin embargo, no me
arrepiento de haberlo leído tampoco. Pero ya le dedicaré una entrada a esta
novela en mi blog en este 2017. El caso es que quedé agotado con esta novela, y
no pude hacerle hueco a algún otro clásico de la ciencia-ficción.
Respecto a los puntos 1 y 3, sencillamente no encontré
momento para ello. Y sí, ya sé que me lo propuse, pero ¿entienden por qué les
digo que me cuesta cumplir mis propósitos? Este año 2016 que se nos ha ido ha
sido un buen año para mí, e intenso. Y por suerte y por desgracia, no todo gira
alrededor de las lecturas. Los quehaceres de la vida nos reclaman, como también
otras aficiones, pues no sólo de literatura vive el hombre. Así que, entre que
no he tenido mucho tiempo, y que por ende me han apetecido o bien novelas
ligeras o bien cortas en su extensión, ni me he puesto a leer la saga de la Dragonlance como tenía
previsto ni a leer obras del teatro romántico español.
Pero no crean que ha sido un año estéril de lecturas. Me he
estrenado con algunos autores, como Marguerite Duras, Jenn Díaz o Alessandro
Baricco, entre otros muchos —pero he citado los primeros que me han venido a la
cabeza—. ¿Que qué me han parecido? No es el momento de desvelarlo ahora. Habrá
reseñas en este 2017. Volviendo al tema, me he estrenado con autores que no
tenía pensado leerme, al menos a corto plazo. Pero los libros son así: algunos
se te acumulan durante años por mucho que digas que los vas a priorizar, y
otros caen en tus manos sin comerlo ni beberlo por cosas del azar, y a la que
te das cuenta ya llevas medio libro leído.
Así que ya ven, al menos en mi caso es un poco absurdo
marcarse propósitos ni aunque estos sean difusos y abiertos, y consistan
únicamente en leer cualquier obra de cualquier género. Pero como la literatura
no es algo serio —y ahí radica su grandeza—, y como “leer no admite
imperativos” —me parece que decía Borges, o al menos a él le atribuyen la
frase—, tampoco está mal marcarse un propósito literario siempre que te lo
tomes como algo orientativo. O sea: que si lo incumplo da igual.
Así que mantendré exactamente el mismo propósito que el año
anterior: para este 2017 me gustaría leer una saga fantástica , clásicos de la
ciencia ficción y clásicos de nuestro teatro romántico español. Concretando
más, mi intención es empezar la saga de la Dragonlance, leerme
1984 de George Orwell —verlo reseñado en el blog de Javi me recordó que era una
lectura prioritaria—, y respecto al romanticismo, pues le tengo especial ganas
al Don Juan Tenorio de Zorrilla —pero a saber si no me da por alguna otra
obra, qué se yo, de Espronceda o García Guitiérrez—. Son tres lecturas que me gustaría hacer este 2017. Pero que lo cumpla es
otra historia.