jueves, 6 de diciembre de 2018

Això és una altra història, de Susan E.Hinton. O entre el deber y la fraternidad



Ficha
Título: Això és una altra historia
Título original: That was then, this is now
Autora: Susan E.Hinton
Editorial: Alfaguara
Lengua: catalán
Lengua original: inglés
Traducción: Elisabet Cabeza
Nº de páginas: 132

Sinopsis (copiada de la contraportada y traducida al castellano por mí)
Bryon y Mark han vivido desde pequeños como si fueran hermanos. Han compartido la pandilla, las peleas en la calle y un montón de experiencias de todo tipo.
Ahora ya tienen dieciséis años y su mundo gira alrededor del juego, la violencia y las drogas, pero también del amor y la amistad. Sienten que algo está cambiando, que nada vuelve a ser como antes: a partir de ahora cada uno tendrá que elegir su propio camino, y muy diferentes al parecer.

Opinión personal
Sí, Susan E.Hinton es una autora por la que siento predilección. Ya reseñé elogiosamente Rebeldes y La ley de la calle, y como no hay dos sin tres, me apetecía volver a escribir acerca de otra novela suya: Això és una altra historia. Así se titula en catalán, que fue el idioma en el que la leí, pero la pueden encontrar en castellano y también publicada en Alfaguara bajo el título de Esto ya es otra historia. En caso de que alguien la haya leído en el idioma de Cervantes, no se sorprendan si mis citas no son exactamente iguales, ya que las he traducido de la edición catalana yo mismo. Tampoco haré ningún spoiler que se considere relevante, pero si son unas personas extremadamente recelosa —muy muy recelosa— de los spoilers no les garantizo nada. Así que abro La posada del lector y pasen si lo consideran oportuno.

Como les conté en su entrada pertinente, Susan E.Hinton debutó con Rebeldes, siendo adolescente, en 1967. La ley de la calle, su tercera novela, la publicó en 1975. Y entre medias de ambas, en 1971, publicó la novela que nos ocupa hoy: Això és una altra historia. No será baladí el hecho de que esta novela esté entre medias de las otras dos citadas, aunque volveré a eso más adelante. Y también debido a las otras dos obras citadas conviene detenerse en el título, ya que tampoco está traducido literalmente. Rebeldes originalmente se titula The outsiders; La ley de la calle es Rumble Fish; y Esto es otra historia se titula originalmente That was Then, this is nowAquello era entonces, esto es ahora—. ¿Qué le pasó a Alfaguara con los títulos de las novelas de Hinton? No tengo la respuesta, porque además los títulos originales no son intraducibles ni suenan mal. Y más en el caso de esta novela, en la cual la frase de “Aquello era entonces, esto es ahora” sale citada hasta en dos ocasiones.

Pero vayamos ya con la novela en cuestión. El personaje protagonista y narrador es Bryon —sí, han leído bien, Bryon, y no Byron, la semejanza hasta se comenta en la obra—, un adolescente de 16 años cuya vida discurre en compañía de su hermano adoptado Mark.  Bryon y Mark se llevan mejor que muchos hermanos de sangre, son hermanos en el sentido más fraternal. Una compañía que data desde la infancia, desde antes de que la madre de Bryon adoptase a Mark. La madre  es una mujer muy piadosa, ya que como comenta Bryon “hubiera querido tener cien hijos, pero sólo pudo tener uno, de aquí viene que hasta que no pudo tener a Mark se tuvo que contentar con alimentar todos los gatos de la calle”. Pero como ya sucedió en las otras dos novelas de Hinton que reseñé, el personaje adulto de la madre queda en un segundo plano. Gran parte de la novela se la pasa ingresada en el hospital, y cuando está en casa tampoco es que se ponga mucho el foco en ella. Ni siquiera se le cita el nombre, siendo “la madre”, a secas. Serán los personajes adolescentes en general —no sólo Mark y Bryon— quienes tendrán más protagonismo en la novela.

Llegados a este punto, ya se puede desvelar la temática: Això és una altra historia nos habla de maduración, de crecimiento personal, de encaminarse en esta cosa tan complicada llamada vida. Pero nuestras acciones no sólo nos repercuten a nosotros, también a los demás. Y en ese crecimiento personal están Bryon y Mark. Pero no parece que vayan creciendo en la misma dirección. A medida que van pasando los capítulos y los acontecimientos, Mark irá fluyendo bien en ellos, adaptándose sin problemas a las dificultades. Pero Bryon no y empezará a verse afectado y a pararse a pensar si debe considerarse normal lo que está sucediendo. Estamos ante la historia de un distanciamiento entre dos hermanos.

Mark y Bryon no son iguales, aunque en un primer momento la distinción no es que sea muy acusada (1), y ambos personajes son totalmente compatibles e hijos de un mismo ambiente. Un ambiente que Hinton sabe recrear muy bien: el de los bajos fondos, billares, bandas callejeras y jóvenes adolescentes que caen en la delincuencia. En definitiva, el ambiente que había en Rebeldes. Literalmente. Ya que se comparte el mismo marco territorial-ficticio de  su primera novela, e incluso habrá cameos. Sí, volveremos a ver a Ponyboy Curtis —aunque su aparición sabe a poco—, y también a los hermanos Shepard: Tim y Curly. La ciudad no se nombra, pero probablemente sea Tucsa —la ciudad en la que nació y creció Susan E.Hinton—. Por lo tanto, si recuerdan Rebeldes, no es de extrañar que la violencia se respire en las páginas de la novela. Y no sólo porque la haya explícitamente, también está latente. Se cita la presencia policial en alguna ocasión, y se percibe la crudeza de las calles. Drogas y alcohol también harán su presencia, y todo esto con unos personajes que  tienen entre trece y dieciséis años. Sin embargo, pese a la dureza que se muestra en la novela, la pluma de S.E.Hinton se recata en algo: el lenguaje. No hay insultos explícitos, y en ocasiones se dice que tal personaje dijo un taco, pero sin especificar cuál. Así, se leen cosas como “Mark dejó escapar un comentario de lo más desagradable, pero yo no podía ni enfadarme”. O  “Curly dijo algunas cosas más que ahora no repetiré”. Ahí la autora echa freno, como también lo echa con el sexo. Sí, los personajes tienen relaciones sexuales, pero se nombran de pasada, sin que haya ninguna escena descrita.
Después de Rebeldes, Susan E.Hinton publicaba Esto es otra historia

Ya ven, el ambiente geográfico y social de Esto es otra historia es el mismo que Rebeldes. Pero ha pasado un tiempo desde la historia que nos contó Ponyboy. ¿Meses? ¿Un año? ¿Dos? No se especifica. Pero hay una pequeña diferencia social desde entonces. Aquella rivalidad de socs y greasers ha quedado algo atrás, con la irrupción de una nueva tribu urbana: los hippies.
De todas las novelas que he leído de Hinton, ésta es la única en la que el contexto político tiene algo de relevancia. Algo. Sin ir más allá de que un personaje, Charlie, recibe una orden de reclutamiento; y sin ir más allá de la presencia de los hippies. Si han leído Rebeldes quizás recuerden a aquel soc llamado Randy. Bueno, pues también hará un breve cameo y nos lo encontraremos convertido en un hippie, quizás arrepentido de su pasado como soc. En esta novela conduce la típica furgoneta Volkwagen y lleva en ella a los dos hermanos al hospital a visitar a la madre. Porque hay un detalle que la autora no deja pasar desapercibido: los hippies suelen ser en su mayoría chicos de clase alta, tal es el caso de Randy. Este fragmento me parece revelador —y sigue siendo tan vigente en nuestros tiempos presentes—:
Iba a un instituto grande. Cada año se graduaban unas setecientas personas de la clase de los grandes que era la más pequeña, o sea que os podéis imaginar cómo era de grande. Iba gente de una parte muy pobre de la ciudad, la nuestra, y de una parte bastante rica. Esto puede traer problemas. Y trajo, al menos, cuando los niños <<pijos>> apaleaban a los más <<tirados>>, pero ahora, con todo el rollo del amor, la paz y la armonia, las peleas habían disminuido. Además, ahora era difícil distinguir a los <<pijos>> de los tirados. Ahora los tirados llevaban flequillo, los cabellos peinados hacia atrás —Mark y yo también—, y los <<pijos>> intentaban parecer pobres. Llevaban tejanos y camisas viejas por fuera de los pantalones, tal y como siempre habían ido los más <<tirados>> porque no se podían pagar nada mejor. Había una cosa, sin embargo: con esas cazadoras de piel y aquellos pantalones con la etiqueta Levi’s, ahora aquellos chavales se gastaban para parece pobres las mismas pelas que antes se gastaban para parecer ricos. Era de locos. Había otra locura que descubrí el lunes. Soy espabilado y me ponen en la clase de los espabilados. La mayoría son <<pijos>>. Siempre se portaron bien conmigo, y yo había ido a unas cuantas fiestas a sus casas y siempre había salido con algunas de sus chicas. Siempre había pensado que les caía bien. <<Soy Bryon, grande, simpático y listo, y les gusto>>. Aquel día lo vi claro. Yo no les gustaba. La verdad era que probablemente les daba miedo. Pero yo era un <<blanco pobre>>, y ellos eran <<liberales>> y, por lo tanto, me invitaban a las fiestas, por que todo el mundo pudiera ver qué buena gente eran.
Y al fin y al cabo, no importa que S.E.Hinton no entre a analizar la guerra de Vietnam. Ni tampoco son las referencias socioculturales de la novela—el hippismo, Vietnam, las comunas, el LSD—las que dan valor, pues éstas van perdiendo relevancia década tras década. Nada de eso se echa en falta. El valor está en unos buenos personajes y cómo lidian con sus circunstancias, así como también en una buena historia. Y en la mirada de Hinton. Hay quien dice que Hinton pecó de moralista con esta novela, por su condena a las drogas y por la opinión desfavorable que se muestra del hippismo. No considero que la autora llegué a demonizar a los hippies, ni a culparlos. Pero sí parece que para Hinton el hipismo no es más que una válvula de escape desesperada a la que se aferra la juventud. Un camino fácil y equivocado (2). Será el caso de un personaje importante en la obra: M&M —sí, se llama así por los caramelos M&M—. Un buen chico, bondadoso, sensible, que encuentra dentro del hippismo una tabla a la que agarrarse. ¿Dónde parece estar el foco del conflicto para Hinton? En la pobreza, en el abandono social y en la ausencia de expectativas. En varias ocasiones se hace referencia a la falta de dinero, que condiciona la vida de Bryon y Mark. Y el ingreso en el hospital de la madre, teniendo en cuenta cómo es el sistema sanitario en EEUU, agrava aún más el problema (3). Hasta el punto de que para ir a visitar a la madre tendrán que tirar de autostop. Y ante tal panorama social ¿qué pueden hacer los jóvenes? La empatía de la autora hacía ellos es evidente en la novela (4) y, en general, en todas las obras de la autora. Susan E.Hinton inauguró el género de realista juvenil, y su clave fue saber meterse en la piel de los jóvenes. Así, con el personaje de M&M, también veremos cierto conflicto generacional padre/hijo. Y la empatía, claro está, recae en el joven hippie. De los padres de M&M, por cierto, tampoco se dicen los nombres.
Entre socs y greasers, emergen los hippies, algunos son socs reciclados

Ya lo comenté en la entrada de Rebeldes: se nota la mirada cercana de Hinton, sin esa distancia que sí percibo en otros autores de literatura de juvenil. Y como también comenté, uno de los recursos de los que se sirve Hinton es que sabe dar breves pinceladas informativas en su cortas novelas —once capítulos en poco más de cien páginas en la que nos ocupa— que resultan eficaces y ayudan a hacerte una idea de cómo es el personaje. Y serán los personajes los que hagan avanzar la novela, de forma natural, por una combinación de decisiones personales y azar. Un azar bien hilvanado, creíble. Tan creíble que sientes que es la propia vida. Bryon, al final de la novela, se preguntará acerca de este azar. Se preguntará “y si...”. Los “y si…”. ¿No se los han preguntado alguna vez, queridos lectores? ¿Jamás ha tenido un “y si…” rondándoles por la cabeza al recordar el pasado? Si aquella tarde no hubiera salido de casa, si no hubiera leído tal libro, si no hubiera decidido hacer X, si Fulano no hubiera aparecido por casualidad en aquel lugar… Pequeñas cosas que lo cambian todo. Porque creo que vivir nos lleva, indudablemente, a tener esos condicionales. Y Bryon los tendrá.

Detengámonos en Bryon. Como he dicho anteriormente, la novela que nos ocupa fue posterior a Rebeldes, pero anterior a La ley de la calle. Así que Esto es otra historia está a caballo entre ambas novelas, pero no sólo cronológicamente. Haciendo un breve ejercicio comparativo rápidamente se advierte que esta novela no tiene la candidez de Rebeldes, ni ese mensaje final tan abiertamente optimista. Pero tampoco alcanza la cota de pesimismo y de falta de perspectiva vital de La ley de la calle, quedándose así en un punto intermedio. Y esto que se aplica a la novela también se aplica particularmente con Bryon si lo comparamos con Ponyboy Curtis de Rebeldes y Rusty James de La ley de la calle.
Bryon y Ponyboy son dos adolescentes inteligentes que sacan buenas notas, a ambos les gusta leer y ambos son de clase baja en una familia que pasa apuros económicos. Sin embargo, a Bryon se le ve un chico más seguro y sin esa timidez que caracterizaba a Ponyboy, y con una gran desenvoltura en sus escarceos amorosos —hasta el punto en el que se vale de engaños, dicho por él mismo (5)—. No resulta, en definitiva, un personaje tan tierno. Su ética llega a resultar dudosa, sobre todo al principio de la novela. Sin embargo, Bryon irá evolucionando. Porque, pese a ser un chico rudo forjado en las calles de Tucsa y con ese punto egoísta, llegará a plantearse cosas, y a sentirse disconforme con unas situaciones que empiezan a sobrepasarle y que le hacen plantearse cuestiones éticas.
En cuanto a Rusty James, en el personaje de La ley de la calle no quedaba mucho espacio para dudas y preguntas éticas. La ley de la calle plantea otra problemática distinta a las decisiones éticas, y acaba resultando una defunción de la esperanza. Rusty James quizás sea más parecido a un personaje como Mark. Sin ir más lejos, el gran sueño de Rusty James era seguir creyendo en una épica idealizada de bandas y camaradería. Un sueño que, de tan ideal, resultó irreal. Curiosamente, Mark al igual que Rusty James también añora a las bandas.
—Ahora cada uno de nosotros tiene su propia identidad y no pasa nada —dije.
Entendía perfectamente lo que él decía. Mark tenía la costumbre de pensar de la misma manera que yo. La diferencia era que él normalmente hablaba y yo no.
— Sí, pero ¿no echas en falta la vieja rutina del <<todos para uno y y uno para todos>>? Es un poco triste cuando llegas a ese punto en el que ya no necesitas a la pandilla como antes.
— También es una cosa buena —dije—, cuando descubres tu propia personalidad y ya no necesitas la que te da la pandilla.
—Sí—suspiró Mark—, pero hay una diferencia. Y no sé cuál es.
— La diferencia —dije tranquilamente— es que aquello era entonces y esto es ahora.
Y una vez que ese sueño se rompe queda un vacío, una nada, un no saber a dónde ir, como le pasa a Rusty James. Bryon no llegará a un estado tan anodino, pero está claro que el optimismo final de una novela como Rebeldes no tiene continuación en Esto es otra historia. En Rebeldes hay esperanza porque todo parece indicar que si haces las cosas bien efectivamente irán bien. En Esto es otra historia ya no está tan claro. Bryon actúa por ética, sí. Y toma una decisión que se supone que es la correcta. Pero el regusto final es triste. He visto que hay quien tacha esta novela de Hinton de ser moralista, en un mal sentido. Disiento. ¿Hay moralismo? Sí, pero no es moralina. Y es un moralismo doloroso, que no te da una respuesta confortante, cosa que evita que estemos ante una novela juvenil plana y completamente cerrada. La vida no es algo sencillo. Ahí está el encanto de la lectura.

Y en fin, podría comentar más detalles. Pero mejor no alargo más, que tiendo a enrollarme demasiado. Mejor descubran la novela por ustedes mismos. O mejor aún: descubran estas tres novelas de Susan E.Hinton y léanlas, a poder ser, en el orden cronológico de publicación. Empiecen con Rebeldes, sigan con Esta es otra historia y terminen con La ley de la calle, ya que es interesante compararlas. O léanlas en el orden que quieran. Pero leánlas.

Valoración: notable

Te gustará si te gusta la novela juvenil realista, las historias de pandilleros de los bajos fondos, los años 60/70


Fragmentos
(1) Bryon ya describe alguna diferencia al principio, pero por aquel entonces aún no le importaba:
Yo era el jugador y Mark el ladrón. Éramos una pareja fenomenal. Sin embargo no había una cosa curiosa: Mark no veía nada malo en el hecho de robar y yo sí. No me importaba mucho que Mark fuera un ladrón, pero sentía que robar estaba mal; al menos, la ley lo castigaba. Pienso que Mark sólo se daba cuenta vagamente de este hecho. Robar era como un juego para él, una cosa que servía para divertirse y sacar provecho, y vigilaba que no le cogieran simplemente porque ésta era una de las normas. Así es como vivíamos, robando y vendiendo, intentando ahorrar y dinero comer a la vez.
(2) Bryon hará esta reflexión sobre eso de ser tan libre como un hippie:
Pensé en eso mucho rato. Yo soy el primero en admitir que estoy enganchado de muchas cosas. Me parece que no me consideraré nunca libre del todo. Tampoco estoy seguro de considerarles libres a ellos.
(3) Así estaban en casa:
Al día siguiente en la tarde, después de la escuela, Mark y yo fuimos a ver a nuestra madre. Acababa de salir de una operación grave, una de estas que cuestan tanto dinero. Nos vendimos el coche, un Chevrolet viejo, la tele, que era en blanco y negro, y todo lo que encontramos para vender, pero aún íbamos cortos de dinero. 
(4) No tenían un panorama muy halagador:
Yo pensaba en lo que dijo Cathy. No había nada más que hacer que ir arriba y abajo del Ribbon pese a vivir en una ciudad bastante grande. (…). Toda la gente mayor de la ciudad se quejaba de los chavales que conducían arriba y abajo. ¿Pero qué querían que hiciéramos? ¿Sentarse y contemplar las vigas que ellos seguramente hicieron siendo jóvenes? No, gracias.
(5) El seductor Bryon
Yo era así. También decía una mentira si pensaba que se la iban a tragar, sobre todo a las chicas. Por ejemplo, decía que las quería y todas esas tonterías, aunque no fuera verdad. Tenía fama de seductor, de embaucador. Continuaba la tradición del viejo Lord Byron, en cierto modo. A veces me llegaba a sentir mal cuando pensaba en la manera tan desagradable como había tratado a algunas chicas, pero normalmente no me preocupaba.

jueves, 9 de agosto de 2018

El Pueblo, de Zenna Henderson. O cuando los extraterrestres tienen más humanidad que nosotros



Ficha
Título: El Pueblo
Título original: The People Collection
Autora: Zenna Henderson
Editorial: Ediciones B
Lengua: castellano
Lengua original: inglés
Traducción: Elsa Mateo
Ilustración de cubierta: Trazo.
Nºde páginas: 601

Sinopsis (copiada de la contraportada)
Por primera vez en la historia de la fantasía y la ciencia ficción se agrupan en un único volumen, TODAS las historias de la entrañable gente de El Pueblo: Peregrinación (1961), El Pueblo: sin diferencias (1966) y los relatos de La especie imborrable, El viaje de Katie-Mary, El incidente del después y Las paredes.
Los ya clásicos personajes de Zenna Henderson son una especie de extraterrestres especialmente bondadosos llegada a la Tierra en pequeños grupos de supervivientes tras el paso a nova de su nuevo sol. Por su físico no se distinguen de los humanos, pero disponen de una moral claramente superior y de poderes PSI, que siempre han utilizado para el bien. Deben ocultar sus poderes (telepatía, telekinesis, etc.) de los humanos terrestres, no tan inclinados a la bondad, que los contemplan con horror y los persiguen acusándolos de practicar la brujería.

Opinión personal
Hace tiempo que debía reseñar El Pueblo, de Zenna Henderson. Leída en el 2016, anuncié reseña para el 2017. No me fue posible hacerla, así que no se me vaya a ir este año sin ponerme manos a la obra. El Pueblo no ha resultado ser una lectura tan deleitosa como esperaba. Suele ocurrir cuando tienes una expectativa alta, y yo la tenía. Leí que se trataba de una obra de ciencia ficción atípica, de carácter bucólico y poniendo el acento en lo sentimental. Todo esto, lejos de provocarme rechazo, me resultó atrayente. ¿Y me encontré una obra bucólica que ponía el acento en lo sentimental? Pues sí, efectivamente es lo que me encontré. No hubo engaño. Pero no de la manera que esperaba. No ha sido una obra de ciencia ficción que me haya entusiasmado, como sí hicieron Soy leyenda y Pícnic junto al camino. A pesar de todo, sí ha sido una obra curiosa, y en ocasiones me ha resultado simpática. Así que toca abrir la Posada del lector, que tenía muy pendiente esta entrada.

Debo empezar hablando, antes de nada, de esta edición de Ediciones B. Miquel Barceló, prologuista y experto en ciencia ficción, nos cuenta que en este volumen encontraremos “todo lo escrito por Zenna Henderson sobre sus entrañables personajes”. Porque estamos ante toda la obra compilada: los dos libros de relatos —Peregrinación (1961), y El Pueblo: sin diferencias (1966)—, más cuatro relatos sueltos: dos relacionados con El Pueblo —“La especie imborrable”; “El viaje de Katie-Mary”—, y otros dos que no lo están —“El incidente del después”; “Las paredes”—. Así que dividiré esta entrada entre las distintas partes en las que se divide el volumen. (Aviso, si es una persona muy escrupulosa con los spoilers, quizás no convenga leerla).

PEREGRINACIÓN
Peregrinación, publicado en 1961 fue el primer libro que recogió los relatos de El pueblo. Son un total de seis relatos que se fueron publicando previamente en revistas —el primero en 1952, y el último en 1959—. Henderson no se limitó únicamente a reunirlos, también les dio un hilo conductor: la historia de una chica, Lea, que pasa por un momento angustioso en su vida, e intenta suicidarse. Pero no puede llevar a cabo su plan porque un miembro del Pueblo se lo impide, y la llevará a un lugar extraño, una especie de congreso en el que los seres del Pueblo contarán y registrarán en un aparato mecánico una serie de historias personales. Y cada una de estas historias será uno de los relatos que Zenna Henderson publicó anteriormente en fanzines.

¿Y por qué los miembros del Pueblo quieren registrar sus vivencias en la Tierra? Mejor que nos lo explique uno de ellos:
—Los ancianos han decidido que sería prudente registrar nuestra historia hasta la fecha. Por eso estáis todos aquí. Cada uno de vosotros guarda en su interior una parte importante de nuestra historia. Cada uno de vosotros ha influido de forma indeleble en el curso de los acontecimientos que atañen a nuestros Grupos. Queremos conocer vuestras historias. No una reinterpretación a la luz de lo que sabéis ahora, sino la premisa original, la pregunta original, la comprensión original… —Se oyó un murmullo generalizado—. Sí —respondió Jemmy—. Vivirlo del principio al fin, exactamente igual… a pesar del dolor. Ahora —estiró el trozo de papel—, siguiendo un orden cronológico… Oh, antes que eso, ¿dónde está el grabador de Davey?
—¿El grabador? —preguntó alguien—. ¿Qué tienen de malo nuestros recuerdos?
—Nada —respondio Jemmy—. Pero queremos que este registro sea independiente de cualquiera de nosotros, que se vaya con el que se va y se quede con el que se queda. Compartimos los recuerdos en general, por supuesto, pero los pequeños detalles… bueno, de todos modos, traigamos el grabador de Davey. Ahora, siguiendo un orden cronológico… karen, tú eres la primera.
Como ven, pese a que los miembros del Pueblo cuentan con determinados poderes sobrenaturales, y uno de esos poderes consiste en tener un recuerdo global compartido por toda la comunidad, registrarán los relatos en un grabador. Les resulta de vital importancia esta preservación de sus vivencias y mantener una historia común lo más fidedigna posible. Y es que estos alienígenas tuvieron que adaptarse a la nueva realidad terrestre, una realidad que les fue hostil. No fue fácil para ellos, y como dice Alfred Bester, en unas palabras citadas en el prólogo de la edición, “la historia de El Pueblo es la historia del conflicto entre la voluntad de adaptarse a los estándares terrestres y el lento reconocimiento y aceptación de su especial identidad”. Efectivamente, el conflicto de identidad será una constante en la obra, una lucha íntima y solitaria entre lo que eran antes, lo que perdieron, lo que son y lo que deben ser y construir ahora. En el fondo, no deja de ser un asunto socialmente tan natural como es la inmigración, con las tristezas y nostalgias que eso conlleva. ¿Quiénes somos? ¿A qué lugar pertenecemos realmente? Se preguntarán los  miembros del Pueblo, sobre todo los nacidos ya en la Tierra, y más si son nacidos de una pareja mixta terrícola-alienígena. Esto último es el caso del segundo relato, <<Gilead>>, en el que dos hermanos, Peter y Bethie, se ven en dicha tesitura al ser mestizos.
Portada de Peregrinación, de una edición antigua de Minotauro

¿Y en qué se distingue exactamente un humanoide del Pueblo de un terrícola de la Tierra? Pues, físicamente, en nada. Son indistinguibles. Sólo hay dos rasgos, aparentemente, que marcan la diferencia —y por cierto, en toda la obra no aparece ningún gentilicio para definir a los miembros del Pueblo—. El primer rasgo, y probablemente el más llamativo a ojos de un terrestre, son las habilidades especiales que poseen. Todos tienen una serie de poderes compartidos como la telepatía, la capacidad de volar o, también, presentir cuando les llega la muerte. Pero además, estas gentes adquieren también, sobre todo en la adolescencia, unos poderes más específicos llamados “dones”. Y todos estos poderes deberán quedar ocultos para no ser acusados de brujería. “Para la mayoría de gente, diferente es sinónimo de malo”, dirá uno de los personajes. El segundo rasgo distintivo es la ética. Los miembros del Pueblo actúan movidos por una bondad y un sentido moral elevado. En muchas ocasiones, la comparación con nosotros los terrícolas salta a la vista, y dicha comparación no nos deja en buen lugar. Por poner tan sólo un ejemplo,  en el relato cuarto,  <<El desierto>>, vemos a una tal señora kanz reaccionar así ante un caso de bullying:
La señora Kanz se encogió de hombros.
—Si se vuelve peligrosa tendremos que sacarla de aquí.
—¿Pero por qué permitir que los chicos la atormenten? —protesté, sintiendo un espamo de ira.
 Me miró con expresión severa.
—Yo no lo <<permito>>. Los chicos siempre son crueles con los que son diferentes. ¿Aún no lo has notado?

La infancia y la adolescencia tendrán mucha presencia en la obra. Niños y adolescentes lo pasarán especialmente mal, para ellos será más difícil ocultar sus poderes. Pedirles tal cosa, como les exigen sus temerosos adultos, es pedirles que se repriman en algo que para ellos es completamente natural. En el tercer relato, <<Potaje>>, se aborda concretamente esta problemática con los niños del Pueblo, e incluso se ve cierto choque generacional.

Pero una vez terminado este primer libro recopilatorio, acabas dudando de las dos características diferenciadoras citadas entre terrícolas y alienígenas. ¿Seguro que somos tan distintos? Yo vi algo muy claro, algo que en ningún momento se dice explícitamente en la obra pero que pongo la mano en el fuego de que es así: terrícolas y alienígenas del Pueblo somos la misma especie. Totalmente. Muchos humanos no son tan bondadosos como los visitantes extraplanetarios, pero pueden llegar a serlo. Porque los seres del Pueblo una suerte de un espejo edificante para los humanos, cosa que refuerza la clara intención moralizante de Henderson. El sentido educativo de la lectura, pues, es evidente, hasta el punto de que la profesión más repetida que aparece en la obra será la de maestro —no en vano, ésa era la profesión de Zenna Henderson—. Ahora tocaría hablarles de otros rasgos de este primer recopilatorio, y hasta podría cerrar esta entrada explicando la valoración final. Pero si lo hiciera no me quedaría apenas nada para comentar del segundo compendio de relatos. Por desgracia, a la obra le pillas pronto los trucos narrativos y le captas totalmente el sentido. Por eso, cuando terminé de leer esta primera parte, lejos de seguir con el segundo recopilatorio del tomo, me vi en la necesidad de hacer una pausa e intercalar otra lectura de por medio. Pero pasemos ya con la segunda recopilación.

EL PUEBLO: SIN DIFERENCIAS
Sin diferencias se editó en 1966, y recopiló seis nuevos relatos relacionados con esta comunidad alienígena.  Pero esta vez, al contrario que en Peregrinación, no hay hilo conductor que una las historias. Sí habrá cameos de personajes del libro anterior. Por lo demás, Sin diferencias sigue con la misma tónica: moralismo e intencionalidad didáctica. ¿Qué aporta de novedoso respecto a Peregrinación? Poca cosa, quizás lo más esperado es el segundo relato, <<Diluvio>>, en el que se nos muestra cómo los alienígenas tuvieron que abandonar el Hogar y por qué. Un acontecimiento al que continuamente se hacía mención en Peregrinación y que como lectores conoceremos ahora narrado en primera instancia. Lo interesante, además, es que sabremos más de cómo estaba configurada esa sociedad. También, como novedad, hay relatos de la primera generación de miembros del Pueblo que cayeron a la Tierra y se ubicaron en el sur de Estados Unidos, ambientados en el siglo XIX.
Portada de una edición inglesa de Sin diferencias

Junto con <<Diluvio>>, en mi opinión destaca también <<Ángeles ignorantes>>, quizás el relato más cruento de todos. Y aún así, no hay recreación en la barbarie. Zenna Henderson se abstiene de describir escenas violentas, y las persecuciones mortales sólo se nombran a posteriori. Es decir: aunque se sabe que la violencia está ahí, jamás se recrea en tiempo y espacio presente, y ésta sucede siempre fuera de escena. Así, nada más empezar el relato de <<Ángeles ignorantes>>, encontramos a una niña pequeña recogida por una familia, la niña ha conseguido escapar de una masacre en la que ha muerto su familia. ¿La razón? Como ya he comentado, los miembros del Pueblo generan rechazo entre los terrícolas, pero esta vez hay un motivo más concreto: el fanatismo religioso, que no la religión. Pues Henderson no ejerce la crítica desde una postura atea, sino desde otra postura religiosa, una religiosidad amable que es como la entienden los miembros del Pueblo, ya que todos ellos creen en Dios y hasta rezan. Frente a una religión basada en el miedo, la prohibición y en negarse a disfrutar de la vida, los visitantes apuestan por una religiosidad tolerante, empática y que educa antes que castiga. Quizás por eso, porque en este mundo ficticio de Henderson existe un Dios compasivo, nunca se cae en el pesimismo, abriendo siempre una puerta a la esperanza. Esta religiosidad que transpira la obra me resultó muy reveladora, porque me hizo pensar en uno de los motivos por los cuáles no me entusiasmó la lectura: y es que me recordaba a mis clases de catequesis de la infancia. Sí, me explicaban que había que ser bueno y actuar correctamente, y me exponían una serie de valores. ¿El problema? Que todo resultaba demasiado abstracto. Y así me resultó también la lectura de El Pueblo. Y es muy fácil ser bueno en abstracto. Considero que el problema de la obra no es el moralismo —esa palabra que a muchos, a priori, espanta, y no debería ser así—. El problema fue encontrarme casos de fácil solución moral, sin que hubiera dilemas. Los miembros del Pueblo saben actuar correctamente, pero la mayoría de terrícolas, en cambio, presos de prejucios y miedos, actuarán mal. Se agradece que Henderson no predique explícitamente, y que ilustre con estas historias emotivas usando a los miembros del Pueblo para su fin, pero aún así llega a resultar cargante y repetitivo todo. Los casos problemáticos se quedan en la superficie. Por ejemplo, en el compendio de relatos anterior, Peregrinación, les hablé de Lea, la chica que quería suicidarse pero que fue salvada por miembros del Pueblo, llevada a un lugar a salvo y allí y escuchó sus historias. Lea al final desistirá de su intento suicida después de su experiencia, y recobrará sus ganas de vivir. Bien ¿pero qué problema tenía Lea? No se explica. Como lector, me esperaba casos más complejos, incluso, por qué no, dilemas morales. Mas no, acabé con la sensación de volver a recibir una de aquellas viejas clases de catequesis.

Y lo mismo me pasa con la emotividad que se rezuma —el fluir de lágrimas será recurrente en sus páginas—. Al leer críticas positivas de la obra, vi que algunos lamentaban que el hincapié que hacía Henderson en lo sentimental generase rechazo. ¿Por qué lo sentimental debe estar mal considerado? Y se decía que El Pueblo era una obra incomprendida. Sin ir más lejos, Miquel Barceló en el prologo comenta que:
Al parecer, en los años setenta  y ochenta esa ciencia ficción <<pastoral>> no se consideraba interesante ni valiosa. Parece ser que algunos (por ejemplo John Clute en su famosa enciclopedia, o Carolyn Cushman en LOCUS) han considerado el estilo <<emotivo y sentimental>> de Henderson como una debilidad en su obra, y que el interés  de la autora por la fe o la solidaridad resulta algo extraño en estos tiempos en que, más bien impera el cinismo. No estoy de acuerdo. En realidad, sin la función para desempeñar esos elementos no se comprendería el gran interés popular que ha despertado, por ejemplo, la obra de un autor como Orson Scott Card quien, precisamente en los últimos diez años, ha construido una gran carrera apoyada en esos mismos elementos. Y Card nunca he negado su interés por la obra de Zenna Henderson.
Leer estas palabras en el prólogo me puso los dientes largos, y en absoluto me echaba para atrás saber de esta vertiente sentimental. Me pareció interesante el planteamiento. Pero como adelanté al principio de esta entrada, me falló el desarrollo de la idea. Noté cierto acartonamiento, y frecuentemente echaba en falta que esa emotividad me perforara aún más, que me mostrara algo aún más profundo. Ojo, aclaro que tampoco se trata de algo vacío y vacuo —como sí pasaba en Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven, la “nadería” absoluta—, y sí llegas a empatizar con los personajes. A veces, te encuentras alguna buena reflexión, como ésta:
Clavé la vista en al taza de café, preguntándome con desesperación dónde podría encontrar a Francher. Después del episodio que había dado lugar tantos rumores, temía lo peor. Sin embargo, a menudo la gente que reacciona violentamente ante problemas relativamente insignificantes permanece aparentemente impertérrita ante problemas realmente serios. Como si no pudieran tener una reacción emocional adecuada.
Pero sientes que le falta un hervor, que se queda a medio camino. Sin ir más lejos, los enamoramientos que aparecen en la obra son muy reservados, y ni siquiera aparecen besos. Y no es que la ausencia de besos sea algo de vital importancia per se, pero sí considero que lo es que las relaciones amorosas te traspasen más. Tampoco ayuda que los personajes sean un poco intercambiables entre sí. ¿Los he visto de más planos? Los he visto. Tampoco son un desastre. Pero de nuevo, les falta una pincelada de profundidad más. Porque ver reiteradamente historias similares y personajes con los mismos problemas al final resulta demasiado previsible. Así, varias historias acaban en un accidente de vida o muerte, pero se logra evitar la tragedia gracias a algún miembro del Pueblo, a través de un deux ex maquina. Las repeticiones argumentales y temáticas dan poco dinamismo y eso repercute en la tensión, que no se mantiene. Por eso les recomendaría, apreciados lectores, que no se lean toda la obra del tirón.

¿Y qué puedo decir de la pluma de Henderson? Es correcta, describe bien, sin falta de detallismo y sin hacerse pesada. Y todo desde la sencillez, una sencillez bien lograda, que funciona. En ocasiones, sabe describir buenos momentos poéticos, relacionados con los momentos introspectivos de los personajes. Por ejemplo:
Supongo que muchas almas solitarias se han sentado junto a su ventana muchas noches para mirar la luz de la luna y han sentido una tristeza que no conoce alivio, una tristeza subrayada por una belleza que es, en sí misma, una agradable forma de aflicción… pero muy pocos han visto lo que yo vi aquella noche.
O también:
Había salido de las sombras y Lea observó el sereno montón de nubes… la maravilla inenarrable de un campo de nubes debajo de la luna. Era una belleza que no sólo alimentaba la vista sino que hacía que todos los sentidos ansiaran abarcarlas y aprehenderla. Le entristeció el no ser capaz de abarcarla con los brazos y sujetarla tan fuerte que pudiera fundirse en su propio ser.
Son  momentos de ternura que me gustan, los considero logrados, pero por desgracia no compensa lo negativo de la obra que les he contado. También destaca la creación de un léxico particular: el que sirve para describir los dones o los acontecimientos históricos importantes del Pueblo. Así pues, cada don tiene una palabra que sirve para definir a la persona que lo posee. Por ejemplo, habrá miembros del pueblo que serán “sensitivos”, otros “reparadores”. A Dios se le conocerá como la “Presencia”. La “Llamada” se produce cuando un miembro del Pueblo sepa que le llega la muerte. Y el accidente que les hizo estrellarse contra nuestro planeta será conocido como el “Cruce”.

La localización en la que se sitúan estas historias no será tema baladí. La acción siempre se sitúa en un medio rural, en poblaciones pequeñas. ¿Quizás por eso la marca de pantalones que se cita en más de una ocasión son los Levi's? Me he llegado a preguntar si era propaganda. En serio. Pero supongo que se debe a ese ambiente rural. Los pantalones Levi's se usaban en el campo, y más concretamente para trabajar en las minas. Y las minas serán lugares que aparecerán con frecuencia en la obra. Así que me cuadra la aparición de estos pantalones. De todas formas, si algún amable lector supiera algo de este detalle, le agradecería que lo comentara.

Este ambiente rural crea un aire bucólico en la obra. Y esta parte bucólica revela, además, otra cosa interesante: ¿dónde está la tecnología de los miembros del Pueblo? No la necesitan, casi. Las naves obviamente sí, así llegaron por accidente —el denominado “Cruce”— a nuestro planeta. Pero es una excepción, y que se explica en el relato <<Diluvio>>. No son seres que vivan en un ambiente tecnológico, ni en su planeta natal ni en la Tierra, no lo necesitan. Sus poderes les bastan. Tampoco se nombran armas, viven en paz y armonía. Da la sensación de que viven, literalmente, en el paraíso. Y mientras leía, tenía la sensación de que Zenna Henderson lanzaba una pregunta implícita: si los miembros del Pueblo no son inalcanzables para los humanos, ¿no podría ser que el Paraíso bien pudiera ser nuestro planeta Tierra y que sólo depende de nosotros lograrlo? Porque en este segundo recopilatorio se confirma aún más que somos la misma especie que los del Pueblo. Si hasta ahora habíamos visto a terrícolas que podían ser tan bondadosos como los miembros del Pueblo, en el relato <<El regreso>> veremos a un personaje visitante actuar de forma incorrecta, algo inesperado a priori pero que no logró causarme mucha sorpresa por lo previsible. Pasemos ya con los últimos cuatro relatos.
Zenna Henderson

Otros relatos de El Pueblo: <<La especie imborrable>>, <<EL viaje de Katie-Marie>>, <<El incidente del después>>, <<Las paredes>>
<<La especie imborrable>> y <<El viaje de Katie-Marie>> están insertados en el mundo ficticio de El Pueblo. En el primer relato la protagonista es profesora —vaya, qué sorpresa—, y se ve cómo lidia con un alumno con problemas. En el segundo nos encontramos en un ambiente hippie, en el cuál una chica estuvo con los habitantes del Pueblo, para después olvidarlo todo —como si se hubiera tomado un viaje de ácido—.
<<El incidente del después>> y <<Las paredes>> son dos relatos, ya sin relación con El Pueblo, pero aún así de corte fantástico. En el primero nos muestra un mundo en el que parece que haya habido una catástrofe en el que se haya iniciado una nueva era, y en el segundo se vuelve a hacer un ejercicio de empatía: una niña que ha visto otro mundo —pudiera ser el nuestro— y el resto de niños le hacen bullying. Otra historia muy propia de Henderson.

Ya hay que finalizar esta larga reseña. No, no me ha terminado de convencer. Por la eterna sensación de que falta algo, de que tendría que ir un paso más allá en muchos aspectos, y por lo repetitivo que resulta. No volveré a leer esta obra. Y me sabe hasta mal hablar negativamente de ella, porque da la impresión de que Zenna Henderson puso mucho mimo y empeño en crear estas historias y ser educativa. Incluso uno se acuerda del drama actual de los refugiados leyendo algo así:
—Podría ser que no nos aceptaran —sugerí.
—¡A unos refugiados sin hogar! —exclamó ‘Chell—. Si al Hogar llegara alguien necesitado…
—¿Aunque fuera diferente?
—Ante la Presencia todos somos iguales —sentenció ‘Chell.
—Pero recuerda —dije apretando la falda entre mis manos—. Sólo remóntate lo suficiente en el tiempo y verás los Días de la Diferencia anteriores a la Paz.
Y ‘Chell recordó. Volvió su rostro convulso hacia mí.
—¿Crees que tal vez no nos recibirían bien si encontráramos un nuevo Hogar?
—Si pudimos tratar de esa forma a nuestra propia gente, ¿cómo podrían tratar otros a unos desconocidos? —pregunté mientras sacudía la falda roja—.
Pero en la literatura no basta los buenos y edificantes propósitos. De todas formas, tampoco la considero una lectura perdida, de la que me haya arrepentido. Si bien mi deleite lector no ha sido del todo satisfecho, sí lo ha sido mi curiosidad. El Pueblo fue un libro de ciencia ficción atípico, una rara avis de la ciencia ficción, y por eso para mí ha tenido su punto leerlo. Mientras que en tantas obras de ciencia ficción los extraterrestres son hostiles y monstruosos, y nosotros los terrícolas las víctimas, en la obra de Henderson sucede justo al revés. Además, Zenna Henderson, según he leído, fue una de las primeras autoras de ciencia ficción que nunca utilizó seudónimo masculino para publicar. Nació en 1917 en EEUU y murió en 1983. Y recordemos que con el primer libro de Harry Potter, publicado en 1997, Rowling tuvo que ocultar las iniciales de su nombre por consejo de su editor. Así que no ha estado mal conocer a la señora Henderson.
Si alguna vez llegan extraterrestres a nuestro planeta, espero que sean miembros de El Pueblo, y no como los de Mars Attack
Valoración: Suficiente

Te gustará si te gustan las historias moralistas, valores piadosos cristianos, historias sentimentaloides.

viernes, 25 de mayo de 2018

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martes, 1 de mayo de 2018

50 sombras de Letraherido


Sé que debería actualizar más, mantener mi blog un poco más activo. Echo de menos años atrás en los que Twitter e Instagram no lo copaban todo y los blogs tenían más vida, y para no ser tan hipócrita qué mejor manera que dar ejemplo y abrir la persiana. Y cómo no sólo de entradas literarias vive el hombre, ahí va una sobre curiosidades. Cosas así las veo actualmente en Twitter, pero recuerdo hace años, en no sé qué blog (mi memoria no da para tanto), que vi una entrada así de este tipo, y con este mismo título de "50 sombras de". Así que decido hacer lo mismo en este blog: un compendio de pensamientos y cosas personales. No tiene mucho interés, pero por si ustedes tienen un día aburrido. Allá va:

1) Soy catalán de padres andaluces.

2) Pertenezco a la Generació Tomàtic. En mi tierra muchos me entenderán.

3) La serie de dibujos animados a la que más asocio mi infancia es Dragon Ball. Con los años no creo que sea el mejor manga ni el mejor anime, de hecho con una visión ya adulta le veo muchísimos defectos. Pero no puedo ser objetivo, es la serie de mi infancia. Y aún me gusta Dragon Ball.

4) Mi principal pecado capital es la gula.

5) Detesto los nacionalismos. Así, en plural. Y me acusarán de equidistante. O de ir de moralmente superior. Pero no. Todo es más sencillo y personal: desde posturas nacionalistas siempre se me ha cuestionado, molestado, fastidiado y prejuzgado.

6) Odio que se juzgue a la gente por sus gustos culturales. A mí algo puede no gustarme nada —sin ir más lejos, he hecho reseñas negativas de libros que no me han gustado—, pero nunca pensaré mal de nadie por disfrutar de ello. Respetar los gustos de los demás no cuesta nada.

7) Incluso valoro mucho a la gente que es fan de algo que está vilipendiado, y que no se esconde. Me parece un acto de valentía. Olé por ellos.

8)  Después de la literatura, lo que más me gusta es la música. De hecho, creo que no me hubiera gustado tanto la literatura si no hubiera disfrutado primero de la música. Siento que una cosa me llevó a la otra.

9) De adolescente quise aprender a tocar la guitarra. No lo conseguí.

10) No fumo. No me gusta el tabaco

11) Tampoco he consumido jamás drogas. Bueno, salvo el alcohol. Y muy esporádicamente.

12) Me gusta la gente que sabe pedir perdón (perdón sincero, se entiende). Y por eso procuro pedir disculpas si la fastidio yo.

13) No me gusta la frase “perdono pero no olvido”. Yo o perdono totalmente, sin guardar el más mínimo rencor, o directamente no perdono. No tengo término medio.

14) No tengo época literaria favorita ni tampoco género. A todo le encuentro su gusto, su gracia, su qué.

15) Pero una vez me preguntaron por mi época literaria favorita, y me pidieron que dijera alguna aunque estrictamente no fuera mi favorita. Ahí va la respuesta: el romanticismo decimonónico. Del romanticismo salieron muchos defectos que aún arrastramos, pero a la vez tiene su encanto. Ya digo que no es mi favorita, pero tiene un plus de encanto para mí.

16) También me gusta reivindicar el siglo XVIII de la literatura española. No acepto como dicen algunos que fuera un páramo desierto. Tiene su aquél.

17) No tengo una novela, poemario o autor favorito. Aquí sí es imposible, del todo imposible, que destaque algo.

18) Pero sí tengo un cómic favorito: Watchmen, de Alan Moore

19) No soy nada multitarea. Hacer varias cosas a la vez no es lo mío, siempre prefiero planificarme por partes.

20) Quizás por el punto anterior, me gusta ver las series una vez acabadas, y del tirón. No entiendo la gente que ve varias series a la vez y encima todas están aún sin concluir.

21) Me gustan las series, sí. ¿Y a quién no hoy en día? Pero no tengo esa ansiedad por devorarlas. No puedo con tanta saturación, hay overbooking de series.

22) La serie Buffy Cazavampiros ha sido la última que me ha maravillado. Nunca es tarde si la dicha es buena.

23) Con las sagas literarias me pasa lo mismo que con las series: me espero a que estén finiquitadas. Y me las leo del tirón. Ni loco empezaría ahora, qué se yo, por citar una saga al azar, Canción de Hielo y Fuego.

24) Leí Harry Potter ya pasada la adolescencia, y me maravilló. Entendí la fama mundial de la saga, bien merecida.

25) Y me siento Hufflelpuff. A veces con pequeñas dudas sobre si soy Ravenclaw (en diversos test me ha salido Ravenclaw), pero no: me decantaría por Hufflelpuff, que ante el sombrero seleccionador tenemos la última palabra.

26) Me encantan las historias de amor. Pero a un tiempo, cada vez noto que me sobran más en muchas películas o novelas. Las noto que están ahí, metidas con calzador para cubrir cuota de romance. Pero aún me emocionan cuando se meten bien metidas.

27)Pese al punto anterior, creo que el amor está sobrevalorado y la amistad infravalorada. Para mí, la amistad tiene un punto más de desinterés. Creo que los amigos son la familia que tú escoges (y a la vez te escogen a ti).

28) Una de mis grandes fortunas de la vida son mis amistades. No me puedo quejar de falta de buenos amigos. Tengo mucha suerte.

29) Y creo completamente en la amistad entre hombre y mujer. La frase “no puedo haber amistad sincera entre hombre y mujer” no es sólo que no la comparta, es que no la entiendo. Mis mejores amistades son amigas.

30) Me gusta el fútbol. De pequeño ya me gustaba jugarlo —y eso que era pésimo—, y actualmente verlo jugar.

31) Y soy del Barça. Pero no me gusta discutir de fútbol, me parece absurdo. Es sólo un juego. Si el Barça gana bien, y si pierde tampoco voy a llorar.

32) Sin embargo, sí puedo llegar a discutir por política. No me gusta entrar al trapo e intento evitarlo, pero a veces no lo consigo. La diferencia es que con el fútbol no me juego nada, y me da igual si alguien piensa que fue penalti o no. Pero con la política sí me juego.

33) Siempre separo obra de autor. Las ideas políticas o las opiniones de un autor me pueden parecer aborrecibles, pero su obra me puede maravillar. Y  viceversa. Me parece muy respetable que otros no la separen. Pero que no me juzguen a mí ni me atribuyan ideas que no tengo por leer/escuchar/ver a Fulanito. Son sus ideas, no las mías.

34) Frente a lo que se pueda esperar de mí, no siento fetichismo por las plumas estilográficas. Así decepcioné a Bettie Jander. A cuánta más gente decepcionaré.

35) Tampoco sé por qué varias personas han supuesto que sabía jugar al ajedrez. No me sé ni las reglas, jamás he jugado.

36) Han llegado a suponer que soy una persona conservadora. Ante mi pasmo, al pedir explicaciones, me han dicho: “Es que se te ve muy formal de primeras”. Y también que "eres muy educado". Aún no sé cómo tomármelo ni termino de ver la relación.

37) El saber no ocupa lugar… pero sí tiempo, mucho tiempo. Demasiadas cosas me gustan y poco tiempo tengo para empaparme de ellas. Ojalá tener más vidas

38) Me gusta la astronomía, pero por desgracia no es que sepa mucho sobre ella (ver el punto anterior). De ser de ciencias, hubiera sido la rama que hubiera escogido.

39) Hay gente que, opinando muy distinto a mí, puede llegar a caerme muy bien. Y hasta puede llegar a maravillarme al escucharla argumentar. No es algo que me pase con frecuencia, pero a veces sí. Creo que el mayor halago que puedo hacerle a alguien es que me guste hablar con él pese a posturas discrepantes.

40) Y a la vez, hay gente que siendo de mi misma opinión o estando en un mismo bando, no la trago.

41) No suelo soportar a la gente sobrada y soberbia.

42) Mi estación favorita es el otoño

43) No soy para nada tecnófobo (hola, estoy aquí, en mi blog), pero las redes sociales a veces me agotan, por eso tampoco quiero implicarme a fondo en ellas ni protagonizar largos y cansados debates. Y necesito cierta desconexión.

44) Puedo responder al whatsapp al cabo de horas o días (a no ser que sea algo que merezca una respuesta urgente). Y por eso no me enfado tampoco cuando a mí me responden tarde. No me gusta esta súper inmediatez que exigen las redes sociales.

45) Cuantos más años cumplo, más veloz me parece el paso del tiempo. Eso me ha hecho ser más receloso y selectivo: no comparto mi tiempo con quien no me valore ni aguanto mierdas de nadie.

46) La bebida que más suelo tomar es coca cola zero

47) No puedo con el bitter kas. Quizás por lo que acontenció en mi infancia: al ver una botella de bitter kas, con ese color tan rojo, pensé que se trataba de un dulce zumo de fresa. Y tan feliz le di un trago grande.

48) El mundo, la vida, la sociedad, llámalo X, me provoca una extraña mezcla de misantropía y altruismo.

49) Canta Ilegales que “el mundo es basura, pero me gusta estar vivo”. Totalmente de acuerdo.

Y 50) El arte me parece un gran consuelo en esta vida, merece la pena vivir sólo por ello. Incluso cuando las cosas van mal.