Empezó nuevo año, y con él he visto en algunos blogs una
lista de propósitos literarios. Y cada cual la confecciona a su medida. Hace
unos años yo participaba en algunos de esos retos anuales, pero llegó un momento
en el que ya preferí no ponerme metas ni contar el número de lecturas. Y no es
que de golpe lo de ponerse retos literarios me pareciera mal, ni mucho menos. Tienen
su encanto. Y de hecho, como me dijo una amiga que se propuso hacer el reto de
los cincuenta libros leídos en un año, no se trataba de convertir en obligación una
afición, sino que a veces hasta con las cosas que nos gustan y enriquecen nos
podemos apalancar. Y tener un reto siempre nos mantiene activos. Y además, no
te hace disfrutar menos de la lectura —o al menos a mí nunca me hizo disfrutar
menos—.
Pero cada momento es particular. Uno tiene otras
preocupaciones en la cabeza, y hay momentos en los que bastantes retos nos pone
la vida como para cargarnos con retos propios. Ni tampoco me apetece ahora
guiar mis lecturas de forma muy marcada, prefiero ir más por libre. Así que
como verán, apreciados lectores, no tengo una lista creada sobre mis propósitos
de futuras lecturas para compartir. Pero… un momento. Vale, no tengo una lista
escrita, inmutable y sellada con la que cumplir. Pero quiera o no, paso por
distintas épocas en las que me apetecen unas determinadas lecturas. O quizás sí
puedo decir que tengo una lista de propósitos, pero de forma inconsciente, a
largo plazo y de forma dosificada. Qué demonios, creo que aunque no tenga
ningún reto propuesto a rajatabla sí puedo hablar de lecturas que espero que
caigan con relativa proximidad. Así que a poco que piense es evidente que las
puedo compartir en mi blog. Allá va:
1- Me declaro fan entusiasta de nuestro teatro romántico
español. De acuerdo, nuestro romanticismo palidece al lado del alemán o el
británico. Pero yo le cogí el gustillo. Así que poco a poco, sin prisa pero sin
pausa, voy leyendo sus obras. Ya leí Los amantes de Teruel, de Juan Eugenio
Hartzenbusch; Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas; El zapatero
y el rey, de Zorrilla; Macías, de Larra o La conjuración de Venecia, de
Francisco Martínez de la Rosa. Pero
ya saben cómo es la literatura, que tiras de una rama y arrancas tres o cuatro más. Y hay un clasicazo que aún me falta por leer: Don Juan Tenorio de Zorrilla. Me
conozco la obra y la he visto representada, pero no puedo decir que la he
leído. Pero además del Tenorio, hay más obras teatrales de Zorrilla. Y también
le tengo ganas a El trovador, de García Gutiérrez.
2- Clásicos de la ciencia ficción. Poco a poco espero ir
leyéndome las obras más canónicas. A Wells, Verne, Asimov, Clarke, Dick… Ahora
mismo, estoy con un libro destacado del género: El pueblo, de Zenna Henderson.
3- Clásicos de la literatura fantástica. Suelo leer al menos
una saga de literatura fantástica al año. O, en su defecto, varios libros
sueltos de un autor. El año pasado cayó la trilogía de La materia oscura, de
Philip Pullman. Para este año, gracias a los generosos préstamos bibliófilos de
una amiga, será el turno de la Dragonlance.
Al menos de los libros principales escritos al alimón por Margaret
Weis y Tracy Hickman. Ya que es una saga ampliada por varios autores.
Y creo que estos tres puntos es todo lo que tengo
mínimamente planeado. Todo lo demás es ya a salto de mata, son muchos autores y
muchas obras que tengo ganas de leer. E irán cayendo tal y como caigan en mis
manos. Espero abrir La posada varias veces para contarles qué tal han ido.
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Algunas de mis lecturas para este 2016 |