Nunca
he sido de escribir un diario. Aunque desde niño siempre me llamó la atención
cuando lo veía en series o películas, o en novelas con formato de diario.
Automáticamente quien escribía en un diario me producía una extraña admiración,
y no hacía falta que se contasen cosas grandilocuentes, ni de grandes vidas. La
simple capacidad de narrar el día a día, de sacar sentimientos y vivencias de
la cabeza, y darles cierto orden
narrativo, ya me parecía maravillosa. Además, ¿cosas grandilocuentes? ¿grandes
vidas? Frecuentemente lo maravilloso está en lo pequeño, y en lo cotidiano que,
de tan cotidiano, se nos hace invisible.
Siempre
me resultó llamativo, pero como digo jamás me dio por escribir ninguno. Y eso
que alguna vez, alguien pensó que yo le cuadraba en esa imagen de <<persona
que escribe un diario>>. “Tú eres de los que escriben diarios, ¿no?”, me dijo.
Pues no, le respondí con sinceridad. Pero
no iba tan desencaminada. ¿Por qué nunca me dio por escribir un diario si me
parecía algo atrayente? No tengo una respuesta clara. Supongo que por una
mezcla de pereza —¿voy a escribir un diario en este rato, teniendo otras cosas
urgentes por hacer?—y sentirme estúpido. No, por supuesto que escribir un
diario no es estúpido. Pero yo sí me sentía algo estúpido si me imaginaba
escribiendo sobre mi día a día. Falta de autoestima, tal vez. Y además
imaginaba que sería, conociéndome, una tarea autoimpuesta, y que probablemente
abandonaría el hábito.
Y
sin embargo, llevo unos meses escribiendo un diario personal. Concretamente
desde el pasado abril. ¿Qué me ha hecho ponerme definitivamente a ello pese a
las objeciones que acabo de hacer? Fue algo más inmediato, una necesidad de
escribir casi sin pensarlo. Estaba frente a la pantalla del ordenador, abrí un documento de word, puse la fecha, y empecé a explayarme —no
es tan romántico como un diario escrito a mano, lo sé—. Sin ningún tipo de
preocupación estilística o de contenido. Y así seguí unos días más, cada vez que volvía
a encender el pc. En mis primeros escritos contaba cosas breves, me limitaba a
contar qué tal mi día. Pero a medida que ha ido pasando el tiempo, voy entrando
en otros terrenos, más íntimos y confesionales. Y lo siento como una necesidad.
Y por eso escribo. Por supuesto que tengo buenas amistades con las que hablar,
y por supuesto que me escuchan atentamente. Pero hay cosas que las necesito
reflexionar uno mismo. O al menos, expurgarlas en un escrito, que tampoco me
gusta abusar de la atención de los demás.
Y
ustedes, queridos lectores, si es que alguien me lee en el mundo de la blogosfera, ¿escriben o han escrito diarios? ¿Cómo fue que os iniciasteis?