jueves, 28 de julio de 2016

El Chico que imitaba a Roberto Carlos, de Martín Casariego Córdoba. O la reafirmación de lo que a uno le gusta





Ficha
Título: El Chico que imitaba a Roberto Carlos
Autor: Martín Casariego Córdoba
Editorial: Anaya
Nº de páginas: 186
Encuadernación: tapa blanda
Lengua: Castellana

Sinopsis (extraída de la web del autor)
Son los meses de verano en un barrio modesto de una gran ciudad. El narrador y Alber se entretienen haciendo pintadas reivindicativas. El narrador tiene como modelo a su hermano mayor, un chico solitario enamorado de Sira. En las fiestas, el hermano mayor canta canciones de Roberto Carlos, lo que le vale las burlas de los chicos de su edad. Cuando Alber y el narrador, por una tonta apuesta, tienen que hacer una pintada en la casa nueva del prohombre del barrio, el chico que imita a Roberto Carlos les ayudará

Visión personal de Martín (extraído de la web del autor)
Bastantes años antes, había escrito un relato que permanece inédito sobre dos amigos que viven en la periferia y se dedican a hacer pintadas de protesta, y en el que uno de ellos se enamoraba platónicamente de una chica mayor que, lógicamente, no le hacía ni caso. El mundo de las pintadas me había atraído a partir de un artículo de la desaparecida revista Sur Exprés. A eso se sumó posteriormente el deseo de escribir sobre dos hermanos, sobre los lazos de la fraternidad, y sobre lo misterioso que puede resultar el mundo de los mayores para quien aún no es adulto. También, el recuerdo del único perro que hemos tenido en mi familia, alguna noticia periodística que refleja lo absurda que puede ser la vida, y la reflexión de que lo que importa es cómo somos en realidad, y no las etiquetas que tan fácilmente nos cuelgan o nos colgamos. En las primeras líneas explico –mediante la voz del hermano pequeño, el narrador– qué debe ser la literatura para mí: una mezcla de aprendizaje y diversión, de conocimiento y placer. Cuando la estaba corrigiendo, el Madrid fichó a Roberto Carlos. Ahora, claro, todo el mundo, sobre todo los jóvenes, cree que la novela tiene algo que ver con el futbolista. A éste, por cierto, le pusieron ese nombre en honor al cantante al que se refiere el título. Prácticamente nada de lo que les ocurre al narrador o al chico que imitaba a Roberto Carlos me ha ocurrido a mí, y el barrio en el que he crecido es muy diferente al suyo. Sin embargo, emocionalmente, la considero casi una novela autobiográfica. Quizá ésa sea la razón por la que evité dar un nombre a los dos hermanos protagonistas.


Opinión personal
A pesar de que mi adolescencia año tras año vaya quedando más lejana, aún me sigue gustando la literatura juvenil, qué le voy a hacer. Quizás porque la adolescencia es una época de transición fundamental en la vida de cada uno, una época en la que cada vez más se pisa un mundo adulto pero sin prácticamente experiencia todavía. Así que de vez en cuando vuelvo a novelas juveniles, pero eso sí: con los años cada vez cribo más. No me vale cualquier novela—demasiadas están llenas de clichés, un tono excesivamente moralista y una historia ramplona—, y busco alguna que destaque. No hace falta que sea una obra maestra, basta con que me deje buen sabor de boca. De Martín Casariego Córdoba tuve como lectura obligatoria de tercero de la ESO Qué poca prisa se da el amor. Y no estuvo mal —quizás algún día haga una entrada recopilatoria de las novelas juveniles obligatorias que sí estuvieron mal—. Así que cuando cayó en mis manos esta otra novela de la que nos ocuparemos hoy, El chico que imitaba a Roberto Carlos, decidí leerla. Porque, a parte de que conocía al autor, leyendo la sinopsis intuí que la novela podía ser agradable a mi gusto personal. El título también me resultó llamativo, me pareció sugerente. Así que me toca abrir La posada del lector para compartir con ustedes la lectura.
Martín Casariego Córdoba

El chico que imitaba a Roberto Carlos es una novela no muy extensa, de 39 capítulos breves —y sin título—, con un personaje principal de catorce años que nos narra los acontecimientos, y del cuál no se sabe el nombre. Dicho personaje tiene un hermano mayor, de dieciocho años, que resulta ser el protagonista de la novela —por algo es el quien da el título a la obra—, y al que se le nombra siempre como “el Chico que imitaba a Roberto Carlos”. Y no, no es lo mismo personaje protagonista y personaje principal. La mayoría de las veces ambos concepto coinciden en un mismo personaje, pero no siempre, como en el caso de esta novela. Y como era también el caso de La ley de la calle, de Susan E.Hinton. Novela esta última que me pareció una influencia clara para Martín Casariego Córdoba, y que confirmé viendo esta entrevista al autor en Página 2 —lo pueden escuchar por boca del autor a partir del minuto 4—. A parte de que ambas novelas son juveniles-realistas en las que se tocan temas sociales, la mayor similitud está en la presencia de los dos protagonistas: ambos son hermanos mayores que sirven como guía y ambos son distintos al resto de personajes de su ambiente, y de ninguno conocemos el nombre. Hasta el Chico que imitaba a Roberto Carlos también conduce una motocicleta, concretamente una Rieju, y mientras leía me lo figuraba aún más si cabe como El chico de la moto de La ley de la calle. Además, está el final… del cuál no digo nada para no spoilear, pero me parece otra similitud evidente. Ambos personajes, pues, se podrían insertar en un mismo estereotipo. Pero no crean por ello que estos dos protagonistas son como dos gotas de agua —así como tampoco lo son, ni mucho menos, las dos novelas—. El Chico de la moto era más misterioso, ausente y hermético que el protagonista de la novela que nos ocupa. El Chico que imitaba a Roberto Carlos es más terrenal, cercano y cálido, y hay algo especialmente que me gusta de este personaje —y es algo que me gusta encontrarme en cualquier obra literaria, un gusto personal muy mío—: la ambigüedad entre ser grandioso y ser patético, entre ser un héroe o un pringado. Aunque en este caso la ambigüedad es pequeña, ya que el personaje está más inclinado hacia la parte positiva y heroica. El Chico que imitaba a Roberto Carlos es difícil que caiga mal, es difícil que no guste y que no te encariñes con él. Tengo la sensación de que está hecho expresamente para gustar. Y a mí me gusta. Porque, ¿cómo es el Chico que imitaba a Roberto Carlos? Se trata de un personaje amante de la literatura y de la escritura,  introvertido ——que no antisocial— (1), con férreos principios idealistas (2), y cuya sensibilidad choca con el bronco ambiente del barrio en el que vive. Y ya el simple hecho de que, haciendo honor a su nombre, imite al cantante Roberto Carlos —poco popular, obviamente, entre la juventud— le hace ser raro a ojos de los demás, pero el Chico que imitaba a Roberto Carlos es un claro símbolo de autoafirmación en uno mismo, en no renunciar a lo que eres ni a lo que te gusta o te hace sentir (3).

Así que ya ven, la novela gira sobre este personaje que da título a la obra. Pero ya les digo que el Chico que imitaba a Roberto Carlos es el protagonista, mas no el personaje principal, ya que éste era, les decía, su hermano menor de catorce años del que tampoco se sabe el nombre. Él será la voz que nos narrará la historia, una voz acorde a la edad del personaje. Este joven de catorce años, a parte de su hermano, tendrá un amigo inseparable, Alber, que le acompañará durante todo el tiempo que dure la novela, es decir: durante todo un verano. Porque será durante la estación veraniega que se desarrollará la acción, y este hecho tiene más importancia en la novela de lo que aparentemente pueda parecer. Lo canta Sabina en una canción: “mi primer espejismo se llamaba verano”, y es que para un niño o adolescente el verano tiene algo especial —o así lo recuerdo yo—, y no sólo por la ausencia de las clases escolares. Hay un algo más. Porque apreciados lectores ¿no recuerdan los veranos de la infancia/adolescencia distintos de este verano que vivimos ahora? Yo sí. Quizás el hecho de que cada verano era una nueva perspectiva —y da igual que finalmente sea un espejismo, como canta Sabina—. O quizás es que, sin obligaciones escolares ni obligaciones propias de la vida adulta, teníamos todo el tiempo libre para explorar cosas —y explorarnos a nosotros mismos, tal vez—. Y es por eso que el verano tiene un peso importante en esta obra de la que hablo. Ya de por sí la novela juvenil tiende en muchas ocasiones a ser novelas de “crecimiento” para los personajes, un paso hacia la madurez, y en El chico que imitaba a Roberto Carlos la estación veraniega contribuye a ello, y contribuye haciendo que la novela fluya mejor. Me gusta cómo Martín Casariego logra que el verano se palpe en la novela, da buenas pinceladas que crean ese ambiente veraniego mientras se narra la historia —como no poder dormir por el calor, o desayunar tarde—, hasta el punto de que mientras leía recordaba yo también mis veranos pasados.
Una rieju, la moto que llevará el Chico que imitaba a Roberto Carlos
Pero no sólo el tiempo elegido para el transcurrir de la novela es importante, también lo es el espacio: un barrio de clase media tirando a baja. Y sirva de ejemplo para ello que la familia de nuestros personajes principal y protagonista no irán de vacaciones. El poder adquisitivo no lo permite. Y ya que he citado a la familia, un inciso: los padres de estos dos chicos aparecen en la novela, pero en segundo plano. El foco en todo momento está en los jóvenes, algo muy propio en las novelas juveniles en la que los adultos muchas veces son testimoniales. Volviendo al lugar en el que se desarrolla la novela, pasar un verano en casa, sin salir de tu barrio puede sonar poco excitante, pero en un barrio pueden suceder muchas cosas, aunque aparentemente puedan parecer anodinas. El chico que imitaba a Roberto Carlos es una historia lineal, sin flashbacks ni flashfowards, pero va en zig-zag, mostrando vivencias de los personajes, o historias del barrio. Por eso la historia no decae y te mantiene frente a las páginas, pasándolas con ligereza en una novela en la que predomina el diálogo. Los pensamientos del joven personaje principal y sus reflexiones acerca de lo que vive y ve también resultan amenos y, de nuevo, apropiados a los de un chico de su edad que va madurando (4).

¿Y cuál es el tema central de la novela? Bueno, hay varios temas que van apareciendo a lo largo de las páginas en pequeñas dosis, como una mescolanza de carácter social: drogadicción, racismo —Alber es de tez oscura, de procedencia mozambiqueña—, marginalidad o la especulación urbanística —y eso que cuando se publicó el libro aún no habíamos llegado a la liberalización del suelo del año 98—.
Y de carácter más emocional, están como temas presentes el amor y la amistad. Todo esto serían pequeños temas secundarios, porque en realidad hay un tema que para mí destaca muy por encima del resto: el ser uno mismo, el hacer lo que uno cree, pese a que no sea aceptado por los demás. Tema que se encarna, cómo no, en el personaje protagonista.

El chico que imitaba a Roberlo Carlos me ha gustado, aunque le encuentro dos defectillos. El primero es el lenguaje. Como he comentado anteriormente, está adaptado a un chico de catorce años, y por lo tanto es un lenguaje coloquial y con argot de barrio, y no es que eso sea un problema, pero a veces me parecía  excesivo. Y algunas expresiones que sonarían cotidianas entonces no sé si han envejecido bien. El segundo defecto es que el ambiente barriobajero no escapa de cierta estereotipación, así como tampoco algunos personajes. Por ejemplo, los malotes tienen pinta de rockeros o heavys.
El cantante a imitar para el personaje protagonista

El chico que imitaba a Roberto Carlos no es una obra maestra de la literatura, tampoco estoy seguro de que sea una novela para recomendar a ciegas. Sé de mucha gente a la que no le gustaría, amistades a las que no les sugeriría esta lectura. Pero yo la he disfrutado, porque tengo debilidad por estas historias y estos personajes como el Chico que imitaba a Roberto Carlos. Es una novela en la que prima la emoción. El propio autor lo reconoce en una entrevista colgada en su propia web:

-¿La literatura debe ser como el amor, que usted ha definido como pasión, descontrol e imaginación?
-La literatura que me gusta tiene mucho más que ver con la emoción que con la inteligencia. La novela debe de estar bien pensada y estructurada, por supuesto, pero lo que me importa más es la parte que tiene que ver con los sentimientos.

Y  así es, El chico que imitaba a Roberto Carlos tiene un gran componente emocional. Y cada uno tiene su particular baremo sobre dónde termina lo emocional y empieza la cursilería. En mi baremo se queda en lo emocional. Me parece una lectura tierna, amena y ligera, con la que pasar un rato agradable. Y sin duda, si yo fuera profesor de la ESO, la pondría como lectura obligatoria.

Valoración: Bien/Notable bajo

Te gustará si te gusta la literatura juvenil con ambiente de barrio, y las historias de amistad y amor.

Fragmentos:
(1)
Salimos a la calle. Mi hermano caminaba, unos metros más allá, las manos en los bolsillos, la cabeza inclinada.
No era huraño, pero sí solitario. Quiero decir que era simpático con la gente, pero habitualmente le agradaba estar solo. Eso le hacía más atractivo y misterioso, pero por la misma regla de tres, favorecía el que la gente inventara historias sobre él.
(2)
Cuando llegué a casa, mi hermano estaba discutiendo con mi padre en la cocina. A mi hermano le habían ofrecido cantar en la inauguración del chalé de don Vicente, y lo había rechazado, pretextando que esa noche, el 21 de agosto, tenía que cantar en La Sirena.
—Te pagaban bien, ¿no? ¡Pues entonces!
—El don Vicente ese es un mafias y yo no canto para él.
—No se puede acusar sin pruebas —respondió mi padre.
—Vende drogas.
—¿Cómo lo sabes?
—Eso dicen.
— También han dicho barbaridades de ti —terció nuestra madre.
—Pero lo de ése es verdad —se obstinó mi hermano—. Además, yo canto si me da la gana.
(3)
En el barrio, mucha gente, sobre todo algunos de su edad, empezaron a burlarse de él y a decir, cuando él no estaba presente, porque delante no se atrevían, que era un maricón y un baboso, porque le gustaban esas canciones tan blanditas y tan horteras de Roberto Carlos (…). A mi hermano, sentado ante su escritorio, con la ventana abierta y un cigarrillo encendido o sin encender en la mano, mirando las mil luces de la ciudad, las naves industriales y los enormes depósitos cilíndricos, las burlas le resbalaban.
(4)
A mí, cuando contaba diez o doce años, el Alicates y el Alcanzas me impresionaban, y pensaba que sabían mucho de la vida. Durante el último curso ya habían empezado a caerme regular, porque veía que muchas de las cosas que decían estaban envenenadas. En realidad, no era que ellos hubieran cambiado, sino que era yo el que, con catorce años, empezaba a cambiar, y a perder no sólo la inocencia, sino también el respeto por las personas de más edad, cuando ésa fuera la única razón por la que se lo tuviese.


16 comentarios:

  1. Por favor, esa lista de novelas malas, please.

    Pues me llama la atención el planteamiento, la verdad. Ese tipo de personajes, como el chico que imitaba a Roberto Carlos, me resultan entrañables. Así que va a la lista de pendientes :)

    ¡Un beso fuerte!

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    1. Bueno, me lo iré planteando lo de la lista de novelas malas XD El problema es que apenas podré decir gran cosa de ellas, porque son novelas de la adolescencia de las que casi nada recuerdo. Y no las voy a volver a leer (algunas de esas novelas ya no las tengo disponibles, además).
      Creo que esta novela te podría gustar por el personaje principal, sí :)
      ¡Un abrazo!

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  2. Me encanta Casariego. He leído cientos de veces Y decirte alguna estupidez, y a mis chicos les sigue encantando a pesar del paso del tiempo.

    Besos.

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    1. Pues fíjate, que ése no lo he leído. Algún día tendré que poner remedio :)
      Un abrazo.

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  3. La adolescencia la pasé hace ya... Pero me sigue gustando leer de vez en cuando novela juvenil, así que me llevo este título, que tiene buena pinta.
    Besotes!!!

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    1. Si decides leerlo, espero que te guste :)Y por mucho que la adolescencia quede lejana, a veces apetece volver a ella a través de la ficción.
      Un abrazo.

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  4. Me gustaría leerlo pero tengo tantos pendientes ahora mismo que no sé si podré...
    Excelente reseña.
    ¡Nos leemos! :-)

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    1. Yo sólo lo recomiendo mucho si gustan este tipo de historias, pero si no es el caso se puede dejar pasar.
      Un abrazo :)

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  5. Me lo apuntaré porque a mí me suelen gustar este tipo de lecturas. Será que también soy una eterna adolescente :P No me suele molestar el lenguaje excesivamente coloquial, así que yo creo que me gustaría.
    Besitoss

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    1. Si lo lees espero que lo disfrutes, pues :P
      ¡Un abrazo!

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  6. ¡Vaya!! Aunque no me suelen atraer las novelas juveniles, ésta la verdad que por todo lo que nos cuentas me parece interesante. El título llama mucho la atención. ¿Sabes? Me ha hecho reflexionar lo de la distinción entre el protagonista y el personaje principal, nunca me había parado a pensarlo con detenimiento y es cierto, no es lo mismo. En algunas novelas están claramente diferenciados
    Besos

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    1. Hola, Marian :)
      Si alguna vez decides leer la novela, espero que te guste.
      Lo de protagonista y personaje principal casi siempre suele coincidir. Casi siempre. A veces no son lo mismo.
      Gracias por tu comentario :)
      Un abrazo.

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  7. Me ha encantado la visión personal del autor sobre su novela y también tu reseña. La verdad que si no lo comentas no me hubiese parado a pensar qué podría tratarse de una novela juvenil. No suelo leer muchas, excepto las que creo que pueden ser igualmente disfrutadas por un adulto. Me da que esta es una de ellas, así que la tendré en cuenta.
    Un abrazo

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    1. Me alegro de que te haya gustado la reseña, gracias por tus palabras.
      Si lees la novela espero que te guste :)
      ¡Un abrazo!

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  8. Enhorabuena por la reseña, es muy completa y útil a la hora de orientarse con un poco más de conocimiento entre la vorágine de libros editados. Un saludo

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    1. Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado :)
      Un abrazo.

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